Compré un pollo asado. Me lo vendieron ya envuelto y metido dentro de un cartucho de papel, una bolsa de papel. Cuando llego a casa, lo abro y me encuentro que el pollo estaba carbonizado, más que asado parecía que lo habían bombardeado con napalm.
Ya no te puedes fiar ni cuando vas a comprar un pollo asado.
Fui, todo cabreado, a la pollería, o como se llame, a protestar. Ellos me dijeron que cuando lo envolvieron no estaba quemado, que pudo ser que lo hayan quemado en mi casa, al calentarlo. Me puse hecho un chino, apareció el dueño del cotarro y me devolvió el dinero. Así va este país. Contratan a empleados que queman los pollos, dejan mal a las empresas, y encima quieren colarle el mochuelo de su incompetencia a los clientes.