No es el flautista de Hamelin llevándose a las ratas camino del río. Se trata de robots capaces de pastorear rebaños de cucarachas. Es decir, científicos suizos y franceses de la Universidad Libre de Bruselas han desarrollado pequeños robots que, una vez integrados en colonias de estos insectos, han logrado controlar el comportamiento de las cucarachas hasta decidir, incluso, la elección de sus escondrijos.
Los pequeños ingenios, del mismo tamaño que las cucarachas y recubiertos, a modo de epidermis, de emisores de feromonas y sustancias químicas iguales a las de estos artrópodos tan repelentes como difíciles de erradicar, fueron programados para reaccionar al entorno dirigiéndose a voluntad de los científicos hacia uno u otro lado.
Los investigadores, cuyas conclusiones publica hoy la revista «Science», han logrado, apoyándose en la toma de decisiones colectiva que caracteriza a las colonias de animales gregarios -no sólo insectos, también se da entre muchos vertebrados-, dirigir el comportamiento de los «rebaños» de cucarachas de forma que sigan al robot en una determinada dirección, que se detengan con él y permanezcan inmóviles, o que elijan un refugio en contra del criterio colectivo que habrían seguido sin la actuación del «pastor» autómata. En resumen: a través de robots programados se puede controlar el comportamiento de algunos animales gregarios.
Sobre el experimento llevado a cabo, José Halloy, uno de los co-autores del estudio, explica que ha consistido en «decidir, mediante la dirección del robot, en qué escondrijo se guarece la colonia de cucarachas... Así, se ha comprobado que somos capaces de inducir a estos insectos a elegir una guarida inhabitual e inadecuada, que nunca habrían adoptado por sí mismos», como se comprobó empíricamente en las numerosas ocasiones en que se permitió a las cucarachas decidir sin la presencia de los robots.
Escondrijo equivocado
La influencia de los «pastores» autómatas llegó hasta el punto de obligar a los insectos a escoger un escondrijo seco y bien iluminado antes que uno oscuro y húmedo, como hubiera sido lo lógico. El equipo científico actuó como el Gran Hermano capaz de decidir por las cucarachas, y los robots fueron su brazo ejecutor. George Orwell hubiese mencionado este episodio en su novela «1984».
Los autores señalan que «los robots fueron aceptados por la colonia de cucarachas sin reparo alguno». Bueno es saberlo, porque refleja que no sólo los seres humanos nos comportamos a veces como autómatas ante cualquier voz de mando.
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El Pastor de Cucarachas
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