Azul, esférico y realmente hermoso: el planeta Tierra. Quizá una de las más bellas creaciones, uno de los logros más evidentes de la Divinidad en la cual giran todos los planetas y cielos del Universo.
Este planeta Tierra en el cual vivimos los humanos creados a imagen y semejanza de Dios.
Muchos de ustedes, sabemos, que habían depositado sus esperanzas en este 21 de diciembre en que quizás gracias a un monstruo verde, a un rayo láser procedente de alguna nave espacial, a seísmos apocalípticos o a que el Sol engullera la Tierra se produjera el Fin del Mundo. Pues se han equivocado ustedes. Mala suerte.
Y es que hace falta ser tonto para pensar que una profecía maya puede acertar en sus vaticinios, porque las únicas profecías que aciertan son, evidentemente, las católicas.
Sepan pues, inútiles desgraciados, que este Fin del Mundo no se va a producir.
Y prepárense para la que será una agonía eterna, la agonía de necesitar 40 euros que les permita pagar la factura del ADSL, la agonía de estar en el paro y nunca jamás volver a encontrar trabajo, la agonía de tener que rebuscar 5 euros antes de llamar a una ambulancia en este hermoso y bonito planeta creado a imagen y semejanza de Dios.
