Querida España:
Con gran tristeza te escribo porque no deseo señalar a ninguno de los partidos políticos que conforman tu ser actual ya que, unos por acción y otros por omisión, han permitido
todas las heridas que acabarán desangrando tu ser de Nación y Patria de todos los españoles.
Pienso especialmente en las heridas de sus utonomías por donde se derraman tus riquezas y tu unidad y aparecen la muerte, el separatismo y la disgregación.
Me apena ese hincar, hurgar y remover el dedo del rencor en una memoria histórica que se empeña en no comprender, no perdonar, no olvidar la tragedia de tu horrible guerra civil, una herida ya cerrada y curada.
Me aterra el revanchismo de nuestros dirigentes (que cobran de nosotros y nos ignoran después) en una suciedad sociedad que ha perdido el Norte de sus valores y se está vieniendo abajo,
que está convirtiendo el bien o el mal en conceptos individuales y relativos, en nombre del PODER a cualquier precio.
Me asombro ante tus gobernantes que pretenden dirigir a personas con un total desconocimiento de lo que es la condición humana, "operando tu cuerpo social sin tener la más remota idea de medicina o cirugía".
Me avergüenzo ante tu falta de músculo en la política exterior permitiendo que nos atropellen por los cuadros costados (hasta los de Gibraltar, hacen puntería con nuestra bandera) y podríamos seguir con una larga lista de errores, sinsentido.
He intentado no verlos, justificarlos, engañarme, pero ya no puedo más y, al llegar al punto en que mi país, Tú, aprueba una ley que permite matar a tus hijos en el seno de unas madres que apenas tienen 16 años, he tirado la toalla. Un país que mata a sus hijos seguramente es un país enfermo, degradado y que ya está agonizando.
Y la puntilla final es que: ¡eres propiedad del viento, dueño de este mundo!
Contra toda esperanza seguiré esperando
Se despide de ti esta que te quiere.