Se necesita infraestructura como la que tiene jazztel y poner las cajas en las centrales donde sepaga un arquiler, aprendereis los que desconozcan este medio.
La banda ancha estira y encoge
La generación de los sesenta saltaba a la goma al son de una canción infantil que hablaba de las tripas de un tal Jorge que estiraban y encogían con extrema facilidad. La generación española de internet, en pleno siglo XXI, sigue viendo cómo las tripas de Jorge estiran y encogen, aunque ahora sea gracias a lo elástica que en precio y velocidad resulta esa banda que nadie entiende porque llaman ancha, cuando quieren decir estrecha.
Las conexiones de Internet por ADSL, cable o satélite siguen costando cifras astronómicas por servicios nimios en comparación con los de otros países avanzados, aunque la llegada del verano parece haber despertado la competencia y ha empujado a Telefónica a plantearse duplicar la velocidad de sus ADSL sin subir los precios y a su competidora Ya.com a adentrarse en la banda ancha por satélite y precios de sólo 17 euros para la posibilidad de descargar a 256 Kbps.
La batalla no ha hecho más que comenzar en España donde se padecen velocidades de tortuga y precios aquejados de elefantiasis.
Después de que las eléctricas confirmaran su entrada en el mercado de la banda ancha a través de PLC y Jazztel anunciara su servicio de ADSL a un Mega (1.024/300 Kbps), Telefónica solicitaba a comienzos de este mes de junio a la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones una modificación en las condiciones de sus productos de conexión ADSL que permita duplicar su velocidad sin aumentar el precio. Así, los clientes que pagan 39 euros por una línea de 256 Kbps pasarían a tener el doble de capacidad de descarga, los de 512 llegarían hasta los 1.024 y los actuales clientes de dos Mb alcanzarían la histórica cifra de cuatro Megabites.
El truco, ya puesto en marcha por otras compañías, como el servicio ya mencionado de Jazztel a un Mb, consiste en desagregar centrales en las principales capitales españolas, lo que permite a los proveedores de conexión mayoristas (como Uni2, el propio Jazztel o Albura) comprar las líneas a telefónica a tres euros, con lo que les da igual ofrecer por esas líneas 256 Kb, 512 Kb o un Mb a los sufridos clientes que pagan 39 euros.
En realidad lo propuesto es algo que ya han hecho los grandes mayoristas como BT con sus empresas/clientes proveedores de internet, a quienes han duplicado su ancho de banda sin coste alguno, en una operación vestida de promoción especial.
En el resto del mundo, es mucho más asequible la banda ancha para gozar de internet y sus ventajas que en España. Por citar sólo los ejemplos más extremos, Japón está en las antípodas de esta piel de toro en todo lo relacionado con la anchura de su banda de conexión a internet. Y nuestros vecinos más latinos y cercanos, en economía, cultura y modus vivendi, están ya desde diciembre de 2003 a años luz de nosotros. Desde el final del pasado año, Telecom Italia ofrece ADSL a 640 Kbps al mismo precio que hasta entonces ofrecía sólo 256 Kbps, esos mágicos 39,9 euros que todavía se abonan en España por la conexión más básica de cable o ADSL. Y si hablamos de nuestros vecinos más vecinos las cosas no cambian un ápice. La situación más kafkiana es la de los vascos, que pagan cristianamente lo que sus vecinos franceses consiguen por la mitad: en Hendaya, al otro lado de la frontera, una línea ADSL de 512 Kbps (estándar en Francia) tiene por precio tan sólo 30 euros.
El caso japonés es verdaderamente paradigmático de lo que debería ocurrir en un servicio marcado por la competencia. En Tokio no sólo se dispone de ADSL de hasta 45 Mbps, sino también de FTTH residencial (conexión de fibra óptica directa a casa) a la astronómica velocidad de 100 Mbps, por la asequible cantidad de entre 45 y 90 euros al mes. En Japón hace tiempo ya que no existen las conexiones ADSL de dos Mbps y la velocidad de bajada normal no desciende nunca de los 700 Kbps, siendo lo normal que cuadruplique esa velocidad.
Desde luego, los hispanos, con monopolio o sin él, seguimos empeñados en marcar tristes diferencias.
Próspero Morán en Cinco Días