Arturo Pérez-Reverte en estado puro:
Una vez más fiel a su estilo de hacer amigos allá por donde va.
Le pierde la forma de decir las cosas, siempre haciendo sangre y leña del árbol caído (mientras no te toque es una delicia leer sus fantástica puyas), pero en cuanto a lo que dice suele tener más razón que un santo.
Si le hubiese tocado vivir en la época de Quevedo y Góngora lo habría disfrutado.