El catastro que de forma masiva tuvo que hacerse a finales de los 80 o principios de los 90 (no lo recuerdo bien), constaba de un libreto donde te preguntaban de todo. No sólo metros cuadrados de vivienda, parcela, ubicación... sino datos como número de retretes (para que no hubiese confusión entre aseos, baños, servicios, excusados... etc), y otro tipo de preguntas sibilinas. Eran los años de Solchaga, patadas en la puerta y libertad sólo para fantoches tipo Macnamara. Al ciudadano medio le inflaban a impuestos, algunos de ellos con caracter retroactivo, (luego pudo demostrarse la estafa y devolvieron parte del robo, pues consideraban q ese dinero, aunque no lo tuvieras en el bolsilllo sino q lo tenía Hacienda, te estaba generando riqueza... y demás despropósitos).
No recuerdo si ese mamotrato había que entregarlo en alguna delegación, enviarlo por correo, o venían a recogerlo, seguramente fuese lo primero.
A los funcionarios siempre se les ha tenido q hacer el trabajo, por duplicado, según las pautas marcadas por el delegado asignado esa semana, y poniendo buena cara a su indiferencia.
La escena de un funcionario poniéndote mala cara cuando solicitas/reclamas algo q no tiene ni idea, lo pregunta con desánimo a su compañero de departamento, y entre ambos acuerdan "vuelva usted mañana con modelo 600 en verdana cursiva", es lo mejor que te puede pasar.
Funcionarios que llegan tarde y cuando lo hacen dejan el periódico en la mesa, encienden el ordenador, se van a desayunar y no volverán hasta q no hayan acabado sus compras. Funcionarios que una vez llegan de hacer sus compras y leen el periódico q dejaron en la mesa. Funcionarios que chatean durante su horario de trabajo. Funcionarios que comadrean hasta que alguno se le ocurre continuar la tertulia en el bar.
Funcionarios que pagan los platos rotos por otros. Funcionarios que trabajan y no denuncian a los parásitos (¿temor?, ¿compañerismo? ).