Otro absurdo de la UE, que repite las erráticas políticas desplegadas por los gobiernos nacionales y europeos en materia de telecomunicaciones.
Telefónica es prácticamente la única empresa de telecomunicaciones europea privatizada en la que el Estado no tiene control alguno sobre el accionariado. En el polo opuesto nos encontramos con los ejemplos de Deutsche Telecom, participada en un 29% por el tesoro alemán, o de France Telecom, donde el Eliseo representa la
mayor parte del accionariado del operador francés, ambas empresas muy ligadas a sus gobiernos y siempre bajo su amparo y protección.
Este proceso se inició para la liberalización de las comunicaciones en Europa que, en contra de lo que aseguran muchas voces, no llevaba aparejada la obligación de una
privatización completa de las operadoras, tal y como ya hemos visto antes con los ejemplos alemán y francés, culminándose el proceso en España en 1998.
El modelo que se impuso en Europa para aumentar la competencia a raíz de la liberalización es el denominado Open Access (acceso abierto). Dicho modelo permite a cualquier operador alternativo, o nuevo en el mercado, acceder de forma igualitaria a la infraestructura del operador incumbente (en el caso español, Telefónica), bajo unos precios de alquiler tasados por los reguladores y que son de obligado cumplimiento.
En la telefonía móvil, se propugnan reglamentos sectoriales que permiten la aparición de los operadores móviles virtuales (OMV), telecos sin red propia, pero que actúan en el mercado con si fuesen poseedoras de sus propias redes, simplemente alquilándolas a los demás operadores bajo criterios de imposición normativa.
Quince años después la regulación europea se puede describir como un absoluto fracaso en términos comparativos con el resto del mundo. Las leyes que se han promulgado desde Bruselas han conformado un escenario sumamente fragmentado: mientras en la Unión Europea hay censados más de 1.200 operadores de telecomunicaciones fijas y más de 100 de redes móviles, en EE.UU. sólo hay seis grandes operadores y en China, únicamente tres.
La explosión de operadores ha devenido en una competencia salvaje, pero no sobre infraestructuras, sino sobre precios. Así, entre 2006 y 2011, mientras los ingresos del sector en América del Norte y Asia aumentaban un 72% y un 56%, respectivamente, en Europa caían en tasas interanuales que se acercan a los dos dígitos.
Por mucho que la Comisión Europea hable de reducciones de precios o del aumento de servicios gracias a sus leyes, lo único auténticamente demostrable es que Europa se encuentra a la cola mundial en la adopción de fibra óptica y de la cuarta generación de telefonía móvil.
Como consecuencia de este marasmo competitivo, los operadores con capacidad inversora no quieren o no se atreven a desplegar nuevas redes ante el temor de que tengan que arrendarlas obligatoriamente a operadores que actúan de forma parasitaria, lo que nos ha llevado a un colapso que nos impide avanzar en nuevas tecnologías y coloca a las operadoras europeas, en una situación de verdadera debilidad económica, financiera y bursátil, ante la falta de ingresos y el negro futuro que se ciñe sobre ellas.
Sin embargo, la posición de las operadoras americanas es justo la contraria: EE.UU. funciona bajo auténtica competencia sobre infraestructuras. Solo aquellos operadores que invierten tienen cabida en el mercado. Esto ha llevado que coexistan un número reducido de operadores, lo que les ha permitido crecer en su país de forma altamente beneficiosa para todas las partes. Así, disponen de infraestructuras de alta capacidad, ofrecen muy buena calidad y el mercado les reporta buenos ingresos. El paso del tiempo bajo esta modalidad competitiva les ha permitido obtener una fortaleza económica y una liquidez tan elevada que, ante la evidente saturación de su mercado local, les ha invitado a sondear la posibilidad de ampliar sus mercados. De hecho ya existen precedentes muy cercanos el tiempo: el intento de Verizon Wireless de adquirir
Vodafone, la compra del magnate mexicano Carlos Slim de la holandesa KPN, o la misma América Móvil cuando adquirió Telekom Austria.
Fuente: UGT Comunicaciones