PERO SIGUEN CASI IGUAL:
La conmemoración del 20-N por las muertes de Franco y José Antonio Primo de Rivera tuvo ayer unos protagonistas que nada tenían que ver con la extrema derecha: los ultras de izquierdas. Mientras que en Madrid la tensión que se venía mascando desde el asesinato, el domingo pasado, de un joven antifascista en el Metro a manos de un soldado «skin head» no derivó en capítulos de violencia, en Barcelona la situación fue bastante diferente.
La protesta de la capital catalana, que no estaba autorizada y reunió a cerca de un millar de radicales, se saldó con al menos diez agentes de la policía autonómica heridos y siete detenidos, además de numerosos destrozos en el mobiliario urbano, según informaron a este diario fuentes de los Mossos d´Esquadra.
Cortes de calles y pintadas Los manifestantes partieron sobre las 18.00 horas de la plaza Universidad de Barcelona y se dirigieron a la plaza de Sant Jaume, en pleno centro de la capital catalana, custodiados por un amplio dispositivo policial. Durante el recorrido, los jóvenes realizaron numerosas pintadas en fachadas, cortaron algunas calles con contenedores y arrojaron botellas a los agentes desplegados. Uno de los momentos de mayor tensión se vivió a la altura de la Via Laietana, cuando los radicales acorralaron a los Mossos y les arrojaron vallas, barras de hierro y otros objetos contundentes. En los enfrentamientos entre policías y manifestantes resultaron heridos una decena de agentes, aunque al cierre de esta edición se desconocía si también los había entre los manifestantes y la gravedad de las lesiones.
Los ultraizquierdistas protestaban contra el asesinato, el pasado día 11, del joven Carlos Javier Palomino Muñoz en Madrid a manos de un ultraderechista en el metro de Legazpi.
En la capital de España, al final, no fue para tanto. Afortunadamente. El cacareado enfrentamiento entre fascistas y antifascistas previsto para ayer en la céntrica Puerta del Sol de Madrid se quedó en una concentración medianamente multitudinaria de los segundos. Y pacífica. No se llegó más allá de los gritos y, eso sí, algunos enfrentamientos con cámaras de televisión.
La estrategia policial estaba clara: no actuar si los manifestantes no rompían las normas de convivencia. Así se consiguió que el ambiente no se caldeara; eso sí, a costa de que se infringiese la prohibición de la Delegación del Gobierno en Madrid sobre la protesta.
En un principio, se temía que los jóvenes de ultraizquierda concentrados ayer en Sol -dos mil, según los convocantes, Madrid Antifascista, y 500, según la Policía- se enfrentaran contra los ultras de derechas de Alianza Nacional, que pretendían recorrer la calle de la Montera, desde la Red de San Luis (Gran Vía) a la Puerta del Sol media hora más tarde. Sin embargo, este último grupo no se presentó.
Si no fuese por la treintena de furgones policiales desplegados por la zona -setecientos «antidisturbios»-, nadie hubiera dicho que se mascaba la tensión. Eso sí, desde antes de las cuatro de la tarde, la Policía identificaba y cacheaba a todo aquel que creían «sospechoso», principalmente por su estética o por lucir algún símbolo ultra.