Carlos Sánchez Almeida (de Bufet Almeida) escribió ayer en República Internet un sugerente e imprescindible artículo sobre el futuro de la programación, Internet y los manidos ciberderechos. Desde una visión metafórica paralela con los Hermanos Wachowski en Matrix, el abogado describe un mundo con ilusión de libertad pero condicionado por El Código escrito en mayúsculas ya que se corresponde no sólo con la programación, sino también con las leyes, la moral o la religión. Los poderes públicos son El Analista, El Arquitecto del Sistema. Y para ellos los abogados son hackers: viven de descubrir defectos en El Código.
El recorrido, basado en sus propias experiencias, termina cuando descubre lo esencial: el código binario y el código jurídico. Seguridad informática, esa era la clave. Algo que no podía garantizar el código del software propietario, al estar oculto para el usuario imposibilitando que sepa exactamente cómo funciona el programa y qué tipo de operaciones realiza en la máquina, con lo cual ni tan siquiera los servicios de inteligencia pueden detectar la instalación de posibles puertas traseras o fallos del programa que permitan el acceso de intrusos a los secretos oficiales.
En el otro lado, si el código informático condiciona nuestra conducta en el ciberespacio tanto o más que el código jurídico, el código debe ser público. No puede mantenerse en secreto un código del que dependen las libertades de los ciudadanos. Lo dijo Lessig de esta manera: "Una sociedad libre está regulada por leyes. Pero hay límites que cualquier sociedad libre pone a esa regulación legal: ninguna sociedad que mantenga sus leyes en secreto podría llamarse, nunca, libre".
Conclusión: Los programadores son los tipógrafos del siglo XXI. (...) pueden decidir ser simples siervos, o tomar conciencia de su papel creador. Porque en sus manos, en el código que programen sus manos, puede residir un día la libertad de todos nosotros.