Steve Knopper (blog) redactor de la revista musical Rolling Stone, acaba de editar el libro "Appetite for self-destruction". En él, hace un recorrido por la historia de la industria de la música: su crecimiento y caída, los excesos cometidos en los últimos 30 años, la gran explosión entre 1984 y 2000, gracias a la mentira de que el CD era un soporte superior al elepé y que su fabricación era más cara, el cierre de Napster, la irrupción de un extraño como Apple entendiendo a medias el negocio y ganando dinero con iTunes, la enemistad con los internautas, las demandas... "Estos dinosaurios son en gran parte responsables de su propia desaparición", explica, todo ello basado en más de 200 entrevistas que van desde a dirigentes de la Warner hasta al responsable de Napster Shawn Fanning. En 1995 descargamos por primer vez un archivo con formato mp3. Que gratos recuerdos aquel verano del 98; la banda ancha haría el resto.
Un poco de historia
El 15 de julio de 2000, hubo una reunión en Sun Valley (Idaho) entre accionistas de Napster, promotores del intercambio de archivos MP3, y los jefes de Universal, Sony y otros disqueros. Con un año de existencia, Napster se acercaba a los 22 millones de usuarios, todo un fenómeno en Internet; hasta Madonna quería invertir en la empresa. Sin embargo, había sido demandada por la industria de la música grabada. Entre bambalinas, se intentaba llegar a un acuerdo extrajudicial. Tenía sentido: las encuestas revelaban que los adeptos a Napster aceptarían pagar una modesta suscripción mensual. Pero la cumbre en Idaho resultó un fracaso: Napster ofrecía ir a medias con las disqueras, pero éstas exigían más del 90% del pastel. Las editoras sabían que, con la ley en la mano, eran propietarias de la mayor parte del material que fluía por la Red. Acertaron: pocas semanas después, una juez de San Francisco dictaminaba que no se podía permitir el intercambio de canciones con copyright. Napster se hundió, aunque hubo un intento posterior de relanzarlo como servicio legal. Las discográficas desecharon la oportunidad de subirse a un fabuloso modelo de negocio.
Así resume El País (vía Barrapunto) el punto de inflexión que hundió definitivamente a las discográficas. Después vendría la caza al pirata y la reciente batalla contra los ISP. Hay que implicarles tras fracasar en la prueba y error del resto de opciones. Pretenden un acuerdo con ellos, poner un canon al ADSL o que haya desconexiones a los internautas que más descarguen. Lo primero es complicado, lo segundo está excluido expresamente en la Exposición de Motivos de la Ley de Propiedad Intelectual y lo tercero, se posiciona frontalmente con el último informe del Parlamento Europeo, las recomendaciones de la Fiscalía General del Estado en España (Circular 1/2006), así como algunas sentencias sobre las descargas musicales. Pero con las pequeñas victorias de Francia y Reino Unido, así como algunos huecos que la legislación española ofrece, todo es posible.