En este caso, asistimos a un enfrentamiento entre dos formas de entender el papel del Estado y la Cultura.
El modelo Anglosajón, caracterizado por ideales económicos liberalistas, asume que el Estado debe UNICAMENTE asegurar que las normas de juego se cumplen. Y los agentes individuales del mercado (en este caso creadores, editores y compradores) se las apañan como pueden, siempre que cumplan las reglas. Veamos un ejemplo: en Estados Unidos se están celebrando juicio tras juicio, en los que los editores audiovisuales sostienen que lo que ellos entienden que son las normas del juego están siendo violados por empresas e individuos (redes P2P, usuarios, desarrolladores de soft, etc). Y como creen que estas empresas e individuos les roban, a juicio con ellos.
Así funciona el sistema. Y en todo caso, intentan (ahí entran los lobbies) que la legislación se modifique a su favor, declarando ilegales prácticas que (entienden) les están robando. Pero no lo consiguen automáticamente, porque en estas sociedades la palabra "libertad" y "democracia" pesan demasiado cuando te las tira a la cara la oposición, con aplauso ciudadano incluido.
Aquí, en España, al igual que en otros países de corte latino-mediterráneo, tenemos otra idea muy distinta del papel del Estado. Como nuestra justicia resulta inoperante para decidir si una cosa es o no es legal, es el Gobierno de turno quien lo decide directamente, modificando una ley, o permitiendo que se apliquen medidas "paliativas" del robo que, supuestamente, sufren unos señores. Robo que ningún juez ha podido determinar si existe, y compensaciones que ningún juez ha determinado como justas o mínimamente equitativas respecto al supuesto perjuicio sufrido.
Esta es la diferencia fundamental: el imperio de la ley, frente al imperio del Gobierno de la mano de los grupos de interés.
La otra diferencia fundamental entre ambos entornos es cómo se entiende la Cultura. En el mundo Anglosajón, la Cultura es un producto más, con su mercado y sus reglas de juego, pero que en el fondo se reducen a esto: si lo que haces no le gusta a nadie, no puedes vivir de ello. Y nadie, en el gobierno de EEUU, se plantea que sea imprescindible el fomento o apoyo de las "manifestaciones culturales" para que estas surjan. Allí, las creaciones culturales nacen y crecen como en todos sitios, pero si no tienen ningún seguidor dispuesta a apoyarlas comprando un producto, asistiendo a un concierto o una performance, o como sea, el "creador cultural" pasa más hambre que un maestro de escuela.
En España existe toda una corriente política e intelectual que afirma que la Cultura es algo que tiene que crearse por el mero hecho de que exista. Que es necesario que el 'arte' y la 'cultura' tengan un apoyo, porque AUNQUE A NADIE LE GUSTE es imprescindible su existencia. Y como los españoles medios somos lerdos, tarugos, bastos y con la capacidad de un estreptococo para apreciar la buena cultura, hay que utilizar dineros públicos (o sea, provenientes de impuestos pagados por todos) para darnos lo que no somos capaces de apreciar.
Es así que tenemos cine-basura subvencionado, incapaz de competir con el cine creado con objetivo empresarial. Aquí en España se entiende que una película debe ser apoyada por su valor "cultural". Fuera de aquí, si el "valor cultural" de la película no atrae a nadie, no se rueda y en paz. En ese entorno de "miseria cultural" es increible que hayan podido surgir gente como Spielberg o Lucas. Ay, lo siento, que estos son "comerciales". Bueno... pues Houston, Ford, Welles, Allen, Coppola... ¿Cómo es posible que estos señores hayan podido crer cultura sin subvención? Será que los espectadores yankis son tontos, y se equivocaron. Pues menuda suerte que tuvimos los amantes del cine de que esos millones de palurdos se equivocaran al elegir la sala a la que iban a gastarse su dinero.
Finalmente, creo que tenemos ante nuestros ojos las dos posiciones imposibles del conflicto de la difusión audiovisual. Por un lado, consumidores hartos de tener que pagar 24€ (cuatro mil pesetas!!) por un CD del que tan sólo interesan un par de temas, y que disponen de la posibilidad de obtenerlo gratis o casi gratis. Por otro lado, una industria (atención: no creadores, sino una Industria) atrincherada en sus posiciones, que asiste impasible a la muerte de su negocio tradicional, y pretende blindar con leyes, impuestos y reglamentos lo que no es más que la crónica de una muerte anunciada.
Existen métodos para que los Autores ('creadores') puedan seguir viviendo de su negocio. El éxito fulgurante de iTunes o MSNMusic son la prueba de ello.
Pero no hay ningún camino posible para que la Industria audiovisual, tal y como está actualmente planteada (fabricación, promoción, distribución y venta de un producto físico, y no de un contenido) siga existiendo. Tan sólo les queda la posibilidad de criminalizar la evolución del mercado, aprovecharse de gobiernos débiles políticamente afines para que les inyecten los últimos restos de dinero de un negocio en extinción, y finalmente morir.
No lo sentiré. Me ocurre como con los juegos en red: no me importa pagar por jugar, pero no estoy dispuesto a pagar por un juego. Pagaré productos de calidad con un valor añadido cuando quiera adquirir un objeto especial, como por ejemplo, una edición limitada y cuidadísima de mi grupo favorito, que conservaré como tesoro de colección, o una edición simplemente gloriosa de alguna película en DVD en la que la presentación, la caja, los folletos, etc. merezcan la pena mi dinero.
Pero no pagaré ni un duro por mantener puestos de trabajo de una Industria que, a estas alturas, está cada vez más cerca de desaparecer por innecesaria.
El Gobierno español es claramente afín a la postura de regular el mercado a golpe de decreto, y de sostener la creación y supervivencia de una 'Cultura' por el mero hecho de que exista. Se da el caso de que posiblemente sea el gobierno más debil de los últimos tiempos, atado por posiciones "progresistas" que debe atender y defender, pese a que resulten anacrónicas o fundamentalmente antisociales en el fondo.
A su vez, la SGAE y otras entidades de gestión de derechos se encuentran en su punto más álgido de coordinación, presencia mediática y capacidad de influencia.
¿Qué esperábamos?
Un cordial saludo a todos los sufridores. Nos leemos,
Damobra Harkonnen, Mentat asesino.