Soy el del comentario "Por supuesto, tu ordenador..."
Desde que entramos en una sociedad de consumo, ha habido o se han creado determinadas modas que, por un lado, han sido seguidas por un número ingente de personas; por el otro, han sido vilipendiadas por una minoría. Y tengo que confesar que yo he pertenecido a este último grupo y me he sentido bien por ser "diferente" y "exclusivo".
Lo que no quita que sea una actitud estúpida. Como lo es la vuestra, manifestada por estas afirmaciones:
-Pasta estúpidamente gastada.
-Atontador social de primer orden.
-Se vive perfectamente sin cosas "smart" (nos ha jodido, y sin agua caliente).
-Mas referencias al atontamiento.
Adicciones ha habido siempre, hay y habrá. Yo recuerdo funcionarios enganchados horas y horas al teléfono "normal". Gente acoplada al televisor y, aún más antiguamente, a la radio. O al bar. O a la biblioteca, algo no muy frecuente por estas latitudes.
La fiebre por muscular el dedo gordo dándole al WhatsApp (y sucedáneos), Facebook o Twitter no es nada nuevo. No es más que la enésima manifestación de instintos tan básicos como la pertenencia a una tribu, el reconocimiento social y el sentirse apreciado. Las reuniones de los parroquianos en la tasca del pueblo cada tarde eran WhatsApp carnal. ¿La angustia por no estar a la última? Díganle a uno de esos lugareños de principios del siglo XX que no podría acudir a la boda de la hija del alcalde con un forastero del que se rumoreaba que era hijo ilegítimo del cura, con su principal aliciente que es el cotilleo, y le entrarían los siete males.
Pero, aparte de las adicciones, los smartphones son herramientas utilísimas, como miniordenadores de bolsillo con conexión virtual con el resto del planeta, amén de GPS, cámara, reproductor y etc. en un solo aparato. Yo no uso WhatsApp (y sucedáneos), FB ni Twitter y, sin embargo, le saco muchísimo partido.