Te voy a poner un ejemplo.
Cuando tú compras una bombilla, no te tienes que preocupar del grado de inclinación ni grosor de la espiral de la rosca. Como mucho tienes que pedir si es de casquillo pequeño o grande. Pero todos los "grandes" son compatibles entre sí.
O por ejemplo, cuando compras un aparato de TV, éste ya sabe demodular la señal que le llega por la antena para mostrar la imagen. Y tú no tienes que preocuparte cuando lo compras de los detalles técnicos del sistema. Como mucho tendrás, en época de cambios tecnologícos, que preocuparte de si quieres ver TDT o TV analógica.
O cuando compras un teléfono nuevo y lo pinchas en la pared, el conector es un RJ11, y no uno exclusivo del teléfono o de la roseta. Es decir, alguien ha especificado al milímetro cómo debe ser ese conector para que cuando tú compres un teléfono nuevo, lo puedas enchufar a la primera.
Eso se debe a la existencia de estándares. Estos son unas normativas establecidas de manera oficial (y por el acuerdo de muuuchas partes) que, si todo el mundo respeta, la vida se hace más fácil.
Ahora bien. Imaginemos que en la vida real nadie respetase los estándares. Supongamos que aunque todos los fabricantes han adoptado el conector RJ11, ahora de repente te llega una marca de teléfonos que hace unos conectores calcados del RJ11, pero que mide 0.5mm más y no cabe en la roseta.
Ese fabricante no estaría respetando los estándares, y por tanto su teléfono no lo podrías usar en una roseta "estándar". ¿Y ahora, qué ocurriría si el fabricante dijese que su teléfono es perfecto, que la culpa es de las rosetas telefónicas?
Pues eso es justo lo que hace Internet Explorer con todos los estándares existentes en las tecnologías en que se basa la WWW. También lo intentó con el lenguaje Java, pero ahí perdió la batalla de forma legal.
Esa es la razón de que muchos defendamos la compatibilidad con los estándares establecidos, y no por los "impuestos" por una única compañía, en este caso Microsoft.